Archer M. Huntington, por Joaquín Sorolla
Los pueblos prerromanos y
sus cerámicas vistosas y adornos refinados; la Hispania romana, representada en
piezas extraídas de Itálica (Sevilla) y de otros focos; el arte visigodo; las
fabulosas arquetas y pequeños muebles realizados en Córdoba y luego
reutilizados y reinterpretados en territorios de los reinos cristianos; los
documentos de la Universidad de Mareantes de Sevilla, los mapas donde se ve
cómo fue el progresivo descubrimiento de América, las cerámicas poblanas y
telas de América del Sur; la representación vivaz y colorista de un acto
religioso en Lima (Perú), los tres excepcionales Velázquez y los Goyas; los
manuscritos de Carlos V, Isabel II a Felipe II o la deslumbrante colección de
aldabas; la colección de retratos de las grandes personalidades de las
ciencias, las letras y las artes, como Sorolla, Azorín, Juan Ramón Jiménez,
Unamuno, Pérez Galdós, Pérez de Ayala, Torres Quevedo; los cuadros oníricos de
interesantes pintores como Zuloaga, Anglada Camarasa o Isidre Nonell… Todo esto somos. Todo esto junto.
La colección, única en el
mundo, recogida por ese entusiasta de Archer Milton Huntington, se muestra actualmente
en el Museo del Prado de Madrid, hasta el próximo 10 de septiembre,
aprovechando las obras que se acometen en la sede de la Hispanic Society en el
Upper Manhattan, de Nueva York.
Una muestra que sin duda
merece la pena ver (incluso varias veces) para recoger en un vistazo milenios de historia hispánica y retenerla en
todo su espesor. Huntington se enamoró de la cultura española e hispánica
cuando era un muchacho y había viajado a Europa desde sus Estados Unidos
natales. Un libro despertó su interés y su curiosidad y, tras 10 años de
lecturas y de intenso estudio, viajó directamente a la Península Ibérica, comenzando
una relación que podríamos entender como un profundo idilio, por las profundas
consecuencias que produjo: la mejor
colección de la cultura hispánica fuera de España. Para Huntington, desde que
tenía 30 años, su proyecto de crear una institución así en los Estados Unidos se
unió con una profunda visión de futuro y con una combinación inteligente: la estima del pasado pero también la
valoración de la España contemporánea, como muestra la segunda parte de la
exposición, toda ella dedicada a la España del siglo XX.
Cuando Huntington empezó a
mostrar en Nueva York su interés por España, le dijeron: “Pero, ¿qué interés
puede tener una cultura muerta?”. Eran los años cercanos al 98 y a la caída de
la conciencia nacional dentro de España, así como a cierto desprestigio de
España en Estados Unidos. Pero él se dedicó a mostrar que eso de la “cultura
muerta” no era más que un tópico perezoso y una visión un tanto automática de
realidades humanas, que como tales, requieren
de un análisis poco apresurado y con cierta perspectiva. Quizá por ver a España
con un poco de distancia fue capaz de verla en toda su amplitud, incluida su
relación con América, pues él pensaba que la historia de España desde el XV no
se podía entender sin América, ni la de esta sin España.
Retrato de niña, de Diego de Velázquez
En los años siguientes fue
atesorando 18.000 obras de arte, 250.000 manuscritos, 250 incunables, además de
recopilar fotografías y de auspiciar dos exposiciones de Joaquín Sorolla en Nueva York, que modificaron (para mejor) la
imagen sobre España.
Por si fuera poco, estaba
pendiente directamente de la adquisición de cada pieza y quiso adquirirlas
fuera de España (en Inglaterra, en Alemania), para evitar despojar a esta de sus
propios tesoros artísticos y culturales. Empeño que continuó incluso en horas
europeas difíciles, como las coincidentes con la guerra mundial.
Hay
sin duda algo de fascinante en este idilio de Huntington con la cultura
hispánica, pues muestra que con algo de generosidad y apertura hacia la
realidad se pueden ofrecer, como decía Ortega y Gasset, “maneras nuevas de ver
las cosas”.
El espectador podrá
comprobar por sí mismo que Huntington, el entusiasta, cumplió su palabra: “Quiero
conocer a España tal como es y dejarla reflejada en un museo. Poco más puedo
hacer. Si consigo escribir un poema con este museo será fácil de leer”
(Sevilla, 1898).
“I wish to know Spain as Spain and so express her in a
museum. It is about all I can do. If I can make a poem of a museum it will be
easy to read”.
Un museo que es un poema. Y escrito en español.
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Para saber más:
Enlace del Museo del Prado a la información de la
exposición:
Vídeo de la Hispanic Socierty de Nueva York para la
exposición “Tesoros de la Hispanic Society of America” en el Museo del Prado.
Conferencia pronunciada en el Auditorio del Museo del
Prado con ocasión de la misma: “Orígenes de Tesoros de la Hispanic Society of
America. Visiones del mundo hispánico”, impartida por Mitchell A. Codding,
profesor de la Hispanic Society of America.