domingo, 8 de octubre de 2017

Pensando América desde Salamanca

Una vista de Salamanca

El pasado 5 de octubre tuve ocasión de volver a esa ciudad dorada y sugerente, Salamanca, disfrutar un rato de su armónica Plaza Mayor y de sus calles centenarias pero no por eso anticuadas.
Esta vez la oportunidad era, como la propia ciudad, sugerente: la posibilidad de hablar en el Instituto Superior de Pensamiento Iberoamericano sobre un tema de mi elección.
Decir “Salamanca” es decir muchas cosas juntas, en esa bonita palabra de sonidos abiertos y musicales. Es decir “Lazarillo de Tormes” y “el Jardín de Melibea”, es decir la “Casa de las Conchas” y “La Casa Lis”, es decir “Fray Luis de León” pero también la “Escuela de Salamanca” o “Miguel de Unamuno”. Es, como no, decir también “viandas de Salamanca”, como los sabrosos embutidos o los pasteles de carne (hornazo) de los que ya hay noticia en los autores varias veces seculares. Es decir la fachada de su espléndida Universidad pero no menos sus dos catedrales. Es sobre todo, recordar la cantidad de licenciados y enormes figuras que han pasado por sus calles y por sus Universidades, como Cristóbal Colón, Antonio de Nebrija, Fernando de Rojas, Francisco de Vitoria o Cervantes, quien dedicó unos versos en El licenciado -cómo no, hablando de Salamanca- Vidriera-, hablando de lo bien que se vivía allí. El próximo año se cumplirá la friolera de 800 años desde que empezó esta aventura intelectual, pues no en vano, la de Salamanca es la universidad española más antigua en activo (la primera, históricamente hablando, fue la de Palencia), también la más antigua de Hispanoamérica y la tercera de Europa, desde aquel 1218, cuando Alfonso IX de León instituyó el Studium Generale y años más tarde Alfonso X el Sabio le concedió la Real Cédula, convirtiéndola así en la primera institución europea en obtener el título de Universidad.


El escudo de la Universidad Pontificia de Salamanca


Unas horas intensas pasadas en esta ciudad de enorme solera pero bien viva, ejerciendo lo que se propone ese Instituto: el pensamiento.
El tema elegido fue “Breve galería iberoamericana: sobre aquellos que civilizaron”, un asunto sobre el que merece la pena detenerse. Un resumen del mismo puede encontrarse en la noticia publicada en Salamanca24horas.com, con fecha del día 6 de octubre, que da idea de cómo una ciudad como esta es el entorno ideal para ejercer un pensamiento riguroso y una reivindicación del papel civilizador de España en América, como se muestra estudiando a fondo la obra del profundo historiador español Ramón Menéndez Pidal, en particular su documentada obra Fray Bartolomé de Las Casas. Su doble personalidad. En ella muestra como la Breve destrucción de las Indias, un libro de título incendiario (es decir: “los españoles destruyeron las Indias”) es una obra de escaso valor documental e histórico, y estaba más bien movida por una profunda manía enquistada en la mente de su autor: “español malo- indio bueno”. Pidal analiza pormenorizadamente no sólo cómo este libro triunfó por toda Europa por razones políticas y un visceral anti-españolismo, sino cómo esa idea algo maniática y simplista no podía reflejar la inmensa realidad que significó la presencia española en América y su acción durante varios siglos.
Este análisis de Pidal nos sirve para sustituir paulatinamente la imagen mental que puede surgir en nuestra cabeza o que se asocia automáticamente a la expresión “presencia española en América” (la del conquistador con su bombarda) por la más real de los retratos de personas capaces que fueron poblando América de Universidades, hospitales, ciudades y plazas mayores, bibliotecas.
De modo que esa imagen mental debería ser completada con la de figuras de enorme altura humana e intelectual -mucho más que la de Las Casas- como las de Juan de Zumárraga, quien introdujo la imprenta en América o los mulos de carga (con la notable ventaja de que los indígenas ya no tuvieron que hacer esos trabajos inferiores); Vasco de Quiroga, quien fundó hospitales y también quiso que los indígenas aprendiesen a ejercer un trabajo remunerado;  Domingo de Betanzos, quien se esforzó enormemente para hablar y comprender las lenguas indígenas; Melchor de Covarrubias y Cervantes, un hombre de negocios, también alcalde de Puebla, quien donó su fortuna personal para fines educativos; o Juan de Palafox y Mendoza, obispo de la ciudad de Puebla y virrey, quien desplegó en esta ciudad -hoy día merecido Patrimonio de la Humanidad- una actividad asombrosa en varios sentidos. En el ámbito cultural, fundó la primera biblioteca pública de América, redactó las constituciones de la Universidad e introdujo la imprenta en Puebla, además de utilizarla bastante. Esa biblioteca, denominada “palafoxiana” por su apellido navarro, es hoy un extraordinario compendio de 45.000 volúmenes sobre gran variedad de temas y ha sido declarada por su importancia en el patrimonio cultural de América como “Memoria del mundo” desde el año 2005.
De manera que esa “breve galería iberoamericana” es un pequeño muestrario de los españoles capaces y generosos (la donación de Palafox y Mendoza fue su biblioteca personal), con enorme altura humana, que dejaron su huella, su espléndida huella en América. Una huella de la que la América hispánica sigue viviendo hoy día y sobre todo, podrá seguir proyectándose en el futuro de manera creativa si toma posesión -como nosotros, españoles- de todo ello plenamente.

Por Nieves Gómez Álvarez




Una vista de la Biblioteca Palafoxiana, en Puebla, México


Para saber más:

Sobre el libro de Ramón Menéndez Pidal (referencia de la Real Academia de Historia): http://publicaciones.rah.es/product_info.php?products_id=750&osCsid=2b21586a97636b2e2c7c2de5d2ac23b5

Programa de actividades del Instituto Superior de Pensamiento Iberoamericano para el curso 2017-2018: https://www.upsa.es/jornadas/vii-simposio-ipi/index.php


Sobre el próximo VIII Centenario de la Universidad de Salamanca: http://centenario.usal.es/un-recorrido-de-800-anos/