lunes, 16 de enero de 2017

Genio y gusto intra y extraeuropeo

Con motivo del reciente aniversario del nacimiento de Carlos III en Madrid en 1716, son varias las instituciones que se están esforzando por mostrar cómo el rey ilustrado simboliza unas cuantas trayectorias españolas del mayor interés. 
Esta exposición que ahora propone la Real Academia de Bellas Artes en Madrid, "Carlos III y la difusión de la Antigüedad", es recomendable por varias razones.

La primera es el hecho de que esta Academia es ella misma testigo de esa época luminosa que fue el siglo XVIII español, pues tiene sus orígenes en 1744 y en la firma de Felipe V, respondiendo a la iniciativa del escultor italiano Domenico Olivieri y a la de Sebastián de la Quadra, marqués de Villarias, primer Secretario de Estado y del Despacho, aunque la Fundación como tal de la Academia sea posterior. La idea era que España contase con una Academia similar a las que ya había en Roma, París, Florencia y Flandes y en ella se formasen las nuevas vocaciones para el diseño, la pintura, la escultura y la arquitectura. Gracias a Carlos III se encuentra en la ubicación actual, el Palacio de Goyeneche, construido por Benito José de Churriguera, como recuerda la ilustrada inscripción, en latín en el original: «El rey Carlos III reunió Naturaleza y Arte bajo un mismo techo para pública utilidad en el año 1774». 

Cuando Carlos III llega al trono en España, en 1759, ya había sido durante años rey de Nápoles y Sicilia y promotor de las excavaciones en Pompeya, Herculano y Estabia, que sacaron a la luz testigos asombrosos de un sueño de siglos. Al llegar a Madrid, no quiso renunciar a esos intereses, que reflejan bien su personalidad y así, escribió a Bernardo Tanucci, Secretario de Estado del reino de las Dos Sicilias, desde el Palacio del Buen Retiro lo siguiente, que testimonia a las claras que era una afición irrenunciable




Pero aún hay más; con muy buen criterio, no quiso que los originales se moviesen del lugar donde se habían descubierto y pidió para él copias (vaciados en yeso) de esos descubrimientos, que pasaron a formar parte de su colección privada y, por tanto, al Palacio del Buen Retiro. Son toda la colección de esculturas que representan a dioses y hombres y que son testigos mudos de una admiración a lo perfecto y armonioso. 
Años después, en 1775, decidió donar esas copias de esculturas a la Real Academia de Bellas Artes, con la intención de que los futuros artistas las tomasen como modelo de sus dibujos y aprendiesen así los paradigmas del arte clásico, como efectivamente atestiguan algunos de los dibujos expuestos.
El siguiente dibujo, correspondiente al Mercurio de la Villa de los Papiros, tiene la peculiar característica de haber sido realizado por un jovencísimo alumno de 14 años, "natural de Toledo". Comprensible que ganase el primer premio...




Un gran acierto de esta exposición es el emparejamiento de los vaciados en yeso con las tablets donde se pueden ver en movimiento giratorio los originales conservados en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles, donde se pueden ver detalles relevantes de las mismas, como el material o la decoración de los rostros, a veces con más detalles que los vaciados en yeso. Toda una melodía clásica y contemporánea, no solo por los formatos, sino también por las perspectivas para verlas. 

La última de las razones por las que es interesante visitar esta cuidadosa exposición es que además de hacernos viajar escultóricamente dentro de Europa (esas esculturas que contemplamos son las mismas que llegaron desde Nápoles a Madrid en 1765), nos recuerda un elemento inseparable de la historia española: el hecho de que además de ser una nación intraeuropea, tenemos la gran suerte de que sea también -junto con Inglaterra- extraeuropea, volcada más allá de sí misma y del propio continente. 
Pues Carlos III, que era el Rey de España, lo era también, por ello, de las Indias, como recuerda esta portada original de Le Antichità di Ercolano, la publicación que él mismo promovió, firmada por los mejores dibujantes y grabadores, para difundir esos descubrimientos recientes. 




Cuando en 1783 funda la Academia de San Carlos de México para fomentar las artes en Nueva España, envió copias de estos vaciados, así como dibujos, estampas y colecciones de lacres, de modo que a las silenciosas esculturas de siglos, redescubiertas a partir de 1738, les esperaba un viaje aún más sorprendente, un viaje que muchas de las esculturas representadas -pienso en el filósofo Demócrito o en el irónico Sócrates- hubieran considerado mítico e incluso aterrador, más allá de las fronteras que ellos mismos conocían. Así que allí fue el Mercurio de pies alados (aunque esta vez no volando), gracias a Carlos III, el exportador de cultura. 

Figura identificada con Sócrates, encontrada en Pompeya

La exposición, organizada conjuntamente por la Real Academia de San Fernando, del Museo Arqueológico de Nápoles y por la Facultad de Artes y Diseño de la Universidad Nacional Autónoma de México cuenta con pantallas que interconectan los tres espacios y dan idea de cómo el genio y gusto del mejor alcalde de Madrid atraviesan fronteras espaciales y temporales.




Para saber más sobre esta exposición
http://www.realacademiabellasartessanfernando.com/es/actividades/exposiciones/carlos-iii-y-la-difusion-de-la-antiguedad 

La propia Academia también ofrece una visita virtual a sus dependencias: 
http://www.realacademiabellasartessanfernando.com/es/visitas/visita-virtual

No hay comentarios:

Publicar un comentario