Una vista de
Salamanca
El pasado 5 de octubre tuve
ocasión de volver a esa ciudad dorada y sugerente, Salamanca, disfrutar un rato
de su armónica Plaza Mayor y de sus calles centenarias pero no por eso
anticuadas.
Esta vez la oportunidad era,
como la propia ciudad, sugerente: la posibilidad de hablar en el Instituto
Superior de Pensamiento Iberoamericano sobre un tema de mi elección.
Decir
“Salamanca” es decir muchas cosas juntas, en esa bonita palabra de sonidos
abiertos y musicales. Es decir “Lazarillo de Tormes” y “el Jardín
de Melibea”, es decir la “Casa de las Conchas” y “La Casa Lis”, es decir “Fray
Luis de León” pero también la “Escuela de Salamanca” o “Miguel de Unamuno”. Es,
como no, decir también “viandas de Salamanca”, como los sabrosos embutidos o
los pasteles de carne (hornazo) de los que ya hay noticia en los autores varias
veces seculares. Es decir la fachada de su espléndida Universidad pero no menos
sus dos catedrales. Es sobre todo, recordar la cantidad de licenciados y
enormes figuras que han pasado por sus calles y por sus Universidades, como Cristóbal
Colón, Antonio de Nebrija, Fernando de Rojas, Francisco de Vitoria o Cervantes,
quien dedicó unos versos en El licenciado
-cómo no, hablando de Salamanca- Vidriera-,
hablando de lo bien que se vivía allí. El
próximo año se cumplirá la friolera de 800 años desde que empezó esta aventura
intelectual, pues no en vano, la de Salamanca es la universidad española más
antigua en activo (la primera, históricamente hablando, fue la de
Palencia), también la más antigua de Hispanoamérica y la tercera de Europa,
desde aquel 1218, cuando Alfonso IX de León instituyó el Studium Generale y años
más tarde Alfonso X el Sabio le concedió
la Real Cédula, convirtiéndola así en la primera institución europea en obtener
el título de Universidad.
El
escudo de la Universidad Pontificia de Salamanca
Unas horas intensas pasadas
en esta ciudad de enorme solera pero bien viva, ejerciendo lo que se propone
ese Instituto: el pensamiento.
El tema elegido fue “Breve galería iberoamericana: sobre
aquellos que civilizaron”, un asunto sobre el que merece la pena detenerse.
Un resumen del mismo puede encontrarse en la noticia publicada en Salamanca24horas.com,
con fecha del día 6 de octubre, que da idea de cómo una ciudad como esta es el entorno ideal para ejercer un pensamiento
riguroso y una reivindicación del papel civilizador de España en América,
como se muestra estudiando a fondo la obra del profundo historiador español
Ramón Menéndez Pidal, en particular su documentada obra Fray Bartolomé de Las Casas. Su doble personalidad. En ella muestra
como la Breve destrucción de las Indias,
un libro de título incendiario (es decir: “los españoles destruyeron las Indias”)
es una obra de escaso valor documental e histórico, y estaba más bien movida
por una profunda manía enquistada en la mente de su autor: “español malo- indio
bueno”. Pidal analiza pormenorizadamente no sólo cómo este libro triunfó por
toda Europa por razones políticas y un visceral anti-españolismo, sino cómo esa
idea algo maniática y simplista no podía reflejar la inmensa realidad que
significó la presencia española en América y su acción durante varios siglos.
Este análisis de Pidal nos
sirve para sustituir paulatinamente la imagen mental que puede surgir en
nuestra cabeza o que se asocia automáticamente a la expresión “presencia española en América” (la del
conquistador con su bombarda) por la más real de los retratos de personas capaces que fueron poblando América
de Universidades, hospitales, ciudades y plazas mayores, bibliotecas.
De modo que esa imagen
mental debería ser completada con la de figuras de enorme altura humana e
intelectual -mucho más que la de Las Casas- como las de Juan de Zumárraga, quien introdujo la imprenta en América o los
mulos de carga (con la notable ventaja de que los indígenas ya no tuvieron que
hacer esos trabajos inferiores); Vasco
de Quiroga, quien fundó hospitales y también quiso que los indígenas
aprendiesen a ejercer un trabajo remunerado; Domingo
de Betanzos, quien se esforzó enormemente para hablar y comprender las
lenguas indígenas; Melchor de
Covarrubias y Cervantes, un hombre de negocios, también alcalde de Puebla,
quien donó su fortuna personal para fines educativos; o Juan de Palafox y Mendoza, obispo de la ciudad de Puebla y virrey,
quien desplegó en esta ciudad -hoy día merecido Patrimonio de la Humanidad- una
actividad asombrosa en varios sentidos. En el ámbito cultural, fundó la primera
biblioteca pública de América, redactó las constituciones de la Universidad e introdujo
la imprenta en Puebla, además de utilizarla bastante. Esa biblioteca, denominada “palafoxiana”
por su apellido navarro, es hoy un extraordinario compendio de 45.000 volúmenes
sobre gran variedad de temas y ha sido declarada por su importancia en el
patrimonio cultural de América como “Memoria
del mundo” desde el año 2005.
De manera que esa “breve
galería iberoamericana” es un pequeño
muestrario de los españoles capaces y generosos (la donación de Palafox y
Mendoza fue su biblioteca personal),
con enorme altura humana, que dejaron su
huella, su espléndida huella en América. Una huella de la que la América
hispánica sigue viviendo hoy día y sobre todo, podrá seguir proyectándose en el
futuro de manera creativa si toma posesión -como nosotros, españoles- de todo
ello plenamente.
Por Nieves Gómez Álvarez
Una vista de la Biblioteca
Palafoxiana, en Puebla, México
Para saber más:
Resumen de prensa en Salamanca24horas.com
sobre la conferencia: http://www.salamanca24horas.com/articulo/universidad/instituto-pensamiento-iberoamericano-upsa-organiza-conferencia-civilizadores/201710042055371150447.html
Sobre el libro de Ramón Menéndez Pidal (referencia de la Real
Academia de Historia): http://publicaciones.rah.es/product_info.php?products_id=750&osCsid=2b21586a97636b2e2c7c2de5d2ac23b5
Programa de actividades del Instituto Superior de Pensamiento
Iberoamericano para el curso 2017-2018: https://www.upsa.es/jornadas/vii-simposio-ipi/index.php
Sobre el próximo VIII Centenario de la Universidad de
Salamanca: http://centenario.usal.es/un-recorrido-de-800-anos/