Los escritores Elvira Roca, Isabel San Sebastián y José Calvo Poyato
La
historia de España despierta pasiones. Buenas pasiones. Se ha visto, una vez más, en el curso “La novela al rescate de la historia de
España”, celebrado recientemente (del 28 al 31 de enero) en el Espacio
Cultural Mira de Pozuelo de Alarcón, que prolonga y completa el organizado el
verano pasado en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo en Santander. En
él los escritores que integran el grupo “Escritores con la historia” han
dedicado cuatro sesiones a pensar y a imaginar con algo de esmero la historia
de España, desde diferentes puntos de vista y desde diferentes instalaciones
territoriales, pues este grupo lo integran escritores que viven por toda España
y que organizan eventos por toda la piel de toro. Lo primero que ha llamado la
atención (incluso a los organizadores) ha sido la inmensa afluencia de público. Un
público español culto y mesurado, que en tiempos de desorientación como los
que vivimos, necesita mirar a sus intelectuales y a los sabios para que les
enseñen a interpretar el presente teniendo a la vista la historia. A la sala
inicial, que se llenó en la primera sesión (dejando 100 personas fuera) siguió
un llenazo completo en el Teatro Mira, de 600 plazas. Y ¿qué iba a escuchar
todo este público en cuatro tardes lluviosas del invierno madrileño?
Pues iba a escuchar un
Manifiesto, escrito por Antonio Pérez Henares (escritor y periodista) y leído
por Isabel San Sebastián (escritora), en el que se dicen cuestiones tan
interesantes como estas:
“La Nación con la historia quizás más rica
y asombrosa de la Tierra vive bajo la creencia de que debe avergonzarse de
ella. El prejuicio ha sido asumido como parte de un supuesto pecado original y
ha ido más allá de la propaganda de naciones e imperios enemigos
para convertirse en dogma propio de un sector y una posición ideológica. Los
españoles no solo estamos en cabeza de los crédulos en nuestra propia Leyenda
Negra sino que la enseñamos en las escuelas y la convertimos en dogma de fe del
“progresismo” en las cátedras universitarias. Hasta tal punto llega que hasta
el propio nombre y el patronímico comunes quema en muchas bocas y hemos
convertido a España en “Estepaís” y nosotros en “Estepaisinos”. Un buena parte
de la población, anegada por ello ignora su historia y la desprecia en la
medida que la ignora o la entiende como un estigma colectivo. Las tensiones
separatistas, las pulsiones nacionalistas y la educación desvertebrada sin
relato común han agravado aún más el problema y los libros de texto de cada una
de las autonomías, y en particular las que con ellos incluyen el mensaje
nacionalista, lo han exacerbado.
Pero, y quizás debido a ese acoso, a esa
contumacia en la ofensa y el menosprecio, algo está sucediendo, algo se ha
despertado y se levanta. Los españoles quieren saber sobre sí mismos, quieren
reconocerse en lo que fueron, quieren reencontrarse con España y en ella y no
en la avergonzada caricatura en la que se ha pretendido estabularles. Eso está
pasando. Y se está viendo al mismo tiempo en los balcones como en los estantes
de las librerías.
La Historia de España, y esta es la gran
novedad cada vez más pujante y para algunos sorprendente, apasiona, ¡qué
cosas!, a los españoles y el auge de la Novela Histórica, creciente y sostenido,
es el reflejo de ese interés y esa auténtica hambre de conocimiento y de
equilibrio y veracidad […]” (el Manifiesto entero se puede
leer en la web de “Escritores con la historia”: http://www.escritoresconlahistoria.es/?fbclid=IwAR2zvK7lccRDWiNYmqgaTtAQaWOo5-y38BzT9gegIpsomZylV4CTuIH1QPk)
En la mesa, Antonio Pérez Henares y leyendo el Manifiesto de los escritores
que defiende el "patriotismo cultural", Isabel San Sebastián
Todo
ese público iba a escuchar, atenta y respetuosamente, intensas sesiones
históricas de Isabel San Sebastián, hablando sobre “El Renacimiento de
la Nación Española tras la invasión musulmana. De La Visigoda a la Peregrina”;
a Antonio Pérez Henares, tratando sobre “El combate trascendental contra los
imperios yihadistas (almorávides y almohades)”, así como a José Luis Corral,
con el muy actual título “La Corona de Aragón: la manipulación de la historia y
la novela. ¿Existió alguna vez la “corona catalana”?”, a Juan Eslava Galán,
quien deleitó al público explicando “La historia de España a través de la
pintura. El Museo del Prado” (que está cumpliendo en este 2019 su doscientos
aniversario con plena salud). También participaron en este interesante ciclo
los insignes andaluces José Calvo Poyato, quien trató sobre “La defensa del
Imperio. La lucha contra los ingleses en el siglo XVIII y Gibraltar” y Elvira
Roca Barea, quien, irremediablemente, tuvo que explicar los fundamentos de la
“Imperiofobia y leyenda negra”, prolongando las profundas investigaciones de la
obra que sigue siendo un super ventas. Finalmente, la realidad vasca fue traída
de la mano del profesor y escritor Fernando García de Cortázar, quien cerraba
el ciclo con sus reflexiones sobre “El País Vasco y Navarra en la configuración
de España”.
Pienso que si el ciclo hubiera
durado otras cuatro tardes, otros cuatro llenazos totales se hubieran producido
en el Espacio Cultural Mira o quizá en un espacio mayor de Pozuelo. El público español está ávido de unas
reflexiones serenas, maduras y con altura de nuestra identidad colectiva, que
responda a los difíciles momentos históricos que nos está tocando vivir.
Ahí van algunas muestras de
las mismas.
José Calvo Poyato, que ha
escrito una novela sobre la fascinante figura de Jorge Juan, marino, matemático
y espía, titulada El espía del rey,
comenzó explicando que la España del siglo XVIII sigue siendo una enorme
potencia en Europa y que era la que tenía el imperio más extenso, desde el
punto de vista geográfico. Existe el imperio y sigue existiendo la voluntad de
defenderlo. Una de las mayores muestras de que España seguía siendo grande es
que otras grandes potencias seguían buscando alianzas con ella. A lo largo de
su exposición reivindicó la enorme figura de Blas de Lezo, el defensor de
Cartagena de Indias (antes, por cierto, y con otro temple, de que este vasco
genial estuviera en boca de los cineastas españoles), así como las de Gutiérrez
de Otero, que venció a Nelson en las Islas Canarias, a Bernardo de Gálvez, un
malagueño clave en el proceso de independencia de los Estados Unidos, y al
mismo Jorge Juan, que viajó a América para demostrar la intuición de Newton
sobre la forma de la tierra y que, aprovechando sus viajes a Londres, trajo a
España personas capaces, lo que hoy serían ingenieros navales, para renovar la
flota española. Así lo mostraron los siguientes años, en los que los astilleros
españoles, es decir Vigo, Cádiz, Cartagena y La Habana vieron salir una serie
de barcos excelentes.
Una de las claves de la
recuperación del proyecto colectivo, por tanto, sería la prolongación de estos rasgos del siglo XVIII español: una España consciente
de su grandeza, culta y cultivada, científica y audaz, capaz de dar
personalidades sólidas, de enorme patriotismo y alta moralidad.
Por su parte, la escritora y
profesora Elvira Roca explicó, con su habitual buen humor, que la Leyenda negra
es una “fracasología”, que consiste ante todo en focalizar la atención hacia un
punto concreto y desdibujar todo lo demás, haciendo por tanto, que las
jerarquías de estimaciones estén deformadas.
Siendo cierto que el siglo
XVIII español seguía siendo una gran potencia, sí que había pasado algo: fue un
proceso de “subordinación cultural”, en
el cual los intelectuales españoles comienzan a plegarse frente a los modos y
mentalidades franceses. Los historiadores no escriben por entonces sobre la
Historia de España, sino que se afrancesan y se convierten así en unos
imitadores artificiales de la nación vecina. Los intelectuales españoles se
autoconvencen por entonces de que “hay que ser como los franceses”. Este cambio
de óptica influirá en toda la cultura e incluso en la estimación de los
intelectuales y su relación con el resto de la sociedad española.
¿Qué se puede hacer con este
panorama? Según Elvira Roca, hay que llevar los temas al campo contrario, ahí
donde no se llevan nunca. Pues hay un mundo entero por descubrir. Es preciso hacer incursiones en “el lado
oscuro de Europa”, para que quede de una manera más equilibrada la posición
de España.
Fernando García de Cortázar, Isabel San Sebastián y Antonio Pérez Henares,
en la sesión final
Finalmente, Fernando García de
Cortázar, catedrático de Historia y escritor, quiso poner de manifiesto que en estos momentos no solo se trata de
reivindicar el sentido de España, sino también el sentimiento de España. Y el caso es que hay una enorme
españolidad en el País Vasco y en Navarra.
Curiosamente, hay que decir
que el “País Vasco” solo existe desde 1978, y le debe la configuración a la
diócesis de Vitoria en el siglo XIX, que englobaba los territorios de lo que
hoy es el País Vasco (Álava, Guipúzcoa y Vizcaya). Son territorios que desde
hacía siglos formaban parte de la Corona de Castilla pero, paradójicamente, a
día de hoy tienen un enorme rechazo al himno nacional y a los símbolos. Otro
ejemplo de esta hostilidad de tiempos recientes es que el Museo Gugenheim de
Bilbao debe ser uno de los pocos museos del mundo que no tiene placa conmemorativa
de su inauguración, pues en tal placa debería figurar que fue inaugurada por el
rey y he ahí la razón última de que no se quiera poner.
Cortázar habló de unas cuantas figuras vascas y navarras que
son auténticos iconos de España, por el alcance de su obra y por su
universalidad. Son los siguientes: Juan
Sebastián Elcano, Miguel López de Legazpi (que conquistó las Filipinas), Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Otros,
quizá no tan conocidos, hicieron obras memorables, como Juan de Garay, que
fundó Buenos Aires, y Juan de Goyeneche, un banquero, que realizó en Madrid el
Nuevo Baztán, un proyecto ilustrado. América, por otra parte, está llena de
nombres vascos, que reflejan la apertura de miras de aquellos hombres.
Hoy día suena extraño decirlo,
pero Juan Sebastián Elcano, el hombre que circunnavegó la tierra, era un
“castellano de Guipúzcoa”.
También habló Cortázar de
algunas instituciones importantes, que se gestaron en el actual País Vasco y en
Navarra, entre las que destacan los caballeritos
de Azcoitia, que introdujeron la Ilustración en España y cuya sociedad fue
el antecedente de las Sociedades Económicas de Amigos del País.
Más cerca de nuestros tiempos
hay también algunas figuras clave que participaron en la cultura, como los
escritores vascos y navarros de la Generación del 98: Maeztu, Baroja, Zuloaga,
desde luego Unamuno. Y Blas de Otero, Celaya, Ángela Figuera.
Al
catedrático Cortázar se le debe la expresión “patriotismo cultural”: es
todo aquello que nos une a todos los españoles, desde Altamira hasta Picasso y
que constituye una esperanza de recuperación de quiénes somos.
Para saber más:
El grupo “Escritores por la
historia”, además de página de Facebook, tiene también una web, donde van
publicando las convocatorias de sus siguientes actividades, que se realizan por
toda España: http://www.escritoresconlahistoria.es/calendario/
Nieves Gómez Álvarez